Una antigua edificación que alguna vez fue utilizada para proteger a las personas de uno de los peores males de la humanidad, las guerras, se convierte hoy en una estructura que proporciona un bien para el Planeta y la comunidad.
Con su monumental fachada que abarca 42 metros de altura, este antiguo búnker antiaéreo de la Segunda Guerra Mundial, que se encontraba en desuso durante 60 años, ha sufrido una renovación sustancial que le ha concedido un nuevo doble uso: es museo público y, también, una planta de energía renovable que abastece de electricidad y calefacción a las zonas residenciales vecinas.
Situado en Neuhöfer Strasse, la construcción del búnker comenzó en 1943 por orden de Hitller. En 1947, los británicos intentaron demoler esta estructura con dinamita sin éxito; el grosor de sus muros, de hasta 3,5 metros, lo hizo indestructible. Más de 30.000 personas se refugiaron en este búnker de la lluvia de bombardeos y gracias a su capacidad llegó incluso a albergar dentro de sus muros un hospital totalmente equipado.
El búnker actualmente, funciona como central de energía limpia para generar de calor y electricidad al barrio circundante. Abastece aproximadamente a 800 viviendas a partir de una combinación de energía fotoeléctrica y energía solar térmica, bogás y biombo, así como calor residual industrial.